Mientras las incertidumbres o incluso inquietudes relativas al crecimiento de Europa, Japón o la mayor parte de las economías emergentes siguen siendo muy reales en este fin de año, la economía americana continúa disfrutando de una sólida dinámica de crecimiento, ahondando su divergencia de tendencia con el resto del mundo. Las últimas estadísticas incluso subrayan una aceleración de ese ritmo de expansión, que se apoya muy claramente en el fortalecimiento de la actividad doméstica. Por ello, la Reserva Federal no puede sino mantener la vía de normalización progresiva de su política monetaria, que debería conducir a una subida de su tipo de referencia en el segundo semestre de 2015.
En efecto, las estadísticas económicas publicadas desde principios de mes son alentadoras: clara aceleración de la creación de empleo en noviembre, alcanzando el ritmo anual más alto desde la recesión de 2008/09; mantenimiento de los índices ISM de actividad industrial y de servicios en las tasas elevadas de meses anteriores; fuerte alza de la producción industrial en noviembre, que ya avanza a su ritmo anual más alto desde 2010 y recuperación de la tasa de utilización de las capacidades de producción por encima del 80%.
Y aunque la caída de los precios del petróleo afectará al sector de producción petrolífera de algunas regiones de Estados Unidos, el impacto neto de esta variación sin duda será positivo para el PIB americano. En efecto, el 70% del consumo corresponde a los hogares, que se beneficiarán claramente del retroceso del 30% de los precios de la gasolina en los últimos seis meses. Pero además, este sensible incremento del poder adquisitivo de los hogares se produce en un momento propicio de crecimiento del empleo y de recuperación del sector inmobiliario. Por ello, la dinámica de crecimiento americana, que ya es sólida y creciente en este fin de año, sin duda se reforzará aún más durante los próximos meses gracias al retroceso de los precios de la energía.
En este contexto, la Reserva Federal difícilmente podría hacer nada que no sea continuar la retirada progresiva del apoyo de la política monetaria. Tras el abandono de la flexibilización cuantitativa en octubre, el 17 de diciembre la Fed ha puesto fin su compromiso de mantener los tipos bajos “durante un periodo de tiempo considerable”. Esto significa que podría subir el tipo de referencia de aquí a cinco o seis meses. Si la tendencia económica actual se prolonga en 2015, la subida de los tipos cortos estadounidenses no tardará en comenzar. Y el oleaje provocado por dicha normalización de su política no es argumento suficiente para detener a la Reserva Federal. Sin embargo, una de sus consecuencias, la del fortalecimiento del dólar, permite indirectamente al banco central tener menos prisa por actuar, pues dicha subida de la divisa juega un papel desinflacionista a través de los precios de los bienes de importación.
Pero si bien la inflación medida por los diversos índices de precios debería seguir siendo contenida por efecto del fortalecimiento del dólar y de la caída de los precios de la energía, existe otra fuente de inflación potencial que la Fed no debe perder de vista: la evolución de los salarios, muy moderada desde hace cuatro años. Con el retroceso de la tasa de desempleo por debajo del 6%, esta moderación podría dar paso a una aceleración, como ya sugieren los índices de costes laborales. Si esa tendencia se confirma y se prolonga en 2015, para la Fed constituirá otra razón más para subir su tipo de referencia, aunque la consecuencia sea un incremento de la presión sobre las economías emergentes.
Adrien Pichoud, economista en SYZ Asset Management
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