Las huelgas de la semana pasada en Francia deben servir como un recordatorio de que las reformas pueden tener un impacto significativo en la actividad económica. En el año 2000, el gobierno francés redujo la semana laboral de 39 horas a 35 horas sin reducción de salario para fomentar tanto el consumo como la contratación en las empresas. Si bien esta idea tiene sus puntos positivos, por desgracia, el crecimiento en el consumo y la contratación no se materializó. Por otra parte, como se muestra en el gráfico de esta semana, los trabajadores franceses trabajaron menos horas que muchos de sus vecinos en 2013, y aunque algunos creen que el regreso a una semana laboral de 39 horas generaría contratiempos adicionales para la recuperación económica, otros sostienen que uno salarios más bajos y una semana laboral más larga son necesarios para que Francia recupere la competitividad. La realidad de la situación es que las reformas son difíciles, y que una rebaja de los beneficios sociales sería necesaria para que Francia recuperase la competitividad; sin embargo, esto es algo que no será aceptado fácilmente por la sociedad.
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