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Los inversores europeos en fondos tienen ante sí una tarea nada sencilla. El universo de fondos es amplio y fragmentado. En Europa, por ejemplo, existen unas 92.400 clases de fondos (con un patrimonio total de 8,3 billones de dólares) comparado con 30.450 en Estados Unidos (y 13,9 billones de dólares).
El resultado es la dificultad para crear en Europa de economías de escala y un mayor coste para los fondos. El 50% de los fondos domiciliados en Europa tiene un patrimonio de menos de 50 millones de dólares, un porcentaje que baja hasta el 24% al otro lado del Atlántico. En términos de concentración, la mitad de los activos de la industria estadounidense está en manos de los 222 mayores fondos y el 90% en los 1.930 mayores fondos. En Europa, sin embargo, los 1.187 mayores fondos constituyen el 50% de los activos totales y hay que subir hasta una cifra de 9.500 fondos para obtener una participación de 90%.
En este entorno las gestoras se han preocupado más por lanzar productos para satisfacer la demanda a corto plazo que por ofrecer una que respuesta a largo plazo a las necesidades de los inversores.
En Morningstar hemos analizado los lanzamientos de nuevos productos en Europa desde 2008 hasta 2012 y hemos comprobado que en este periodo se colocaron en el mercado 12.918 nuevos fondos, lo que equivale al 37% del universo total universo. Por otra parte se han cerrado, en el mismo lapso de tiempo, 17 837 fondos. Seguro que en este horizonte, que incluye el período posterior a la crisis financiera, muchas gestoras se han fusionado y han consolidado su gama de productos, pero los números aún parecen elevados.
Pero hay señales de mejoría como los recientes desarrollos normativos que apuntan a eliminar las retrocesiones (y por lo tanto, la influencia de estas comisiones sobre las recomendaciones de los asesores financieros) y alinear los incentivos a los gestores con los intereses de los inversores.