Aunque Vanguard no tenga una presencia muy fuerte en nuestro país (este año, sin embargo, ha registrado varios productos en la CNMV), muchos inversores particulares y, obviamente los profesionales, saben perfectamente que es la mayor gestora del mundo de fondos de inversión. Me refiere exclusivamente al segmento de fondos de inversión, dejando a un lado los ETFs donde la gestora también se sitúa entre los mayores proveedores (pero en este caso iShares es el líder indiscutible). Hoy en día Vanguard acumula un patrimonio en fondos de unos 2,6 billones de dólares estadounidenses, prácticamente el doble que la tercera mayor gestora americana American Funds y casi cinco veces más que la cuarta en este ranking, JPMorgan. Es la única gestora que supera, centrándonos exclusivamente en el mercado americano, los 2 billones de dólares y lo viene haciendo desde principio del 2014, aunque si miramos la evolución de la cuota de mercado de Vanguard realmente su hegemonía empieza después de la crisis financiera.
¿Qué explica este fenomenal crecimiento? ¿El renombre de sus gestores? No. De hecho, ningún inversor institucional sería capaz de decirme el nombre de algún gestor de Vanguard. Eso sí, conocemos todos a su fundador, John Bogle… pero, ¿a gestores de la firma?...ninguno.
En un artículo publicado en morningstar.com mi compañero John Rekenthaler aporta una explicación muy interesante. Lo que realmente diferencia Vanguard de las otras gestoras es lo que él llama la previsibilidad relativa, concepto, por lo visto, acuñado por el mismo Bogle. Este concepto no tiene nada que ver con las medidas tradicionales de riesgo. No tiene nada que ver con la volatilidad y va algo más allá del tracking error.
Tiene que ver con la rentabilidad relativa de los productos de la entidad o, para ser más exactos con la rentabilidad relativa esperada por los inversores, frente al comportamiento del mercado. No tiene nada que ver con la rentabilidad absoluta sino con la rentabilidad relativa. Rekenthaler toma el ejemplo del Vanguard Total Stock Market Index Fund, uno de los buques insignias de vanguard. Pues bien, en el año 2008, cuando el S&P 500 se dejó casi un 40% y los fondos de renta variable americana sufrieron reembolsos netos por valor de 70.000 millones de dólares, este fondo consiguió suscripciones netas positivas en cada uno de los 12 meses de ese año. Un récord impresionante que no tiene que ver con la rentabilidad absoluta sino con la previsibilidad de sus resultados respecto a su benchmark. Independientemente de cómo se comportó su índice de referencia, el fondo dio a los inversores lo que estaban esperando de él.
Evidentemente el hecho de que sea un fondo índice ayuda a conseguir esa previsibilidad relativa, pero no es suficiente. Vanguard ha logrado mejor que los demás, al menos en la mente de los inversores, esa previsibilidad relativa y lo implementa en su propia estructura: utilizando equipos de gestores en lugar de gestores estrellas, creando productos simples o con mandatos muy definidos.
Rekenthaler también menciona que este concepto de previsibilidad relativa está llegando al mundo del asesoramiento financiero: los asesores han pasado de ser selectores de acciones a selectores de fondos para terminar siendo constructores de carteras. De alguna forma la previsibilidad relativa exonera de responsabilidad al propio asesor y focaliza la culpa de obtener resultados negativos al comportamiento del propio mercado.